Torre Cervatos
Esta Torre, que toma su nombre de la dehesa en la cual está enclavada, está situada en lo más alto de la heredad de Cervatos, a unos tres cuartos de legua de Argés, y puede suponerse, por los vestigios encontrados a su alrededor, que en tiempos antiguos pudo existir población afincada en el término.
Según las Relaciones del Cardenal Lorenzana, era tierra de pasto y de labor, con ochocientas encinas y cuatrocientos ochenta pies de tallares, novecientos almendros y un centenar de fresnos en la orilla del Guajaraz.
Según el profesor Jiménez de Gregorio, dicha dehesa tiene una extensión de medio legua a todos los aires y dos de circunferencia, y limita al este con el arroyo de Guajaraz, al sur con la dehesa de Santa Catalina, al norte con el Guajaraz y Argés y al oeste con Guadamur. Su término mide 2.800 fanegas, de ellas una era de regadío. Cada quince años se carboneaban las encinas, produciendo entonces 2.000 reales. Satisfacían medio diezmo de cordero, que suponía diez cabezas, valiendo todo 150 reales.
En los anales de la historia podemos buscar a su primer propietario en la figura de Munio Alfonso, caballero que acompañó al rey Alfonso VI en su conquista de Toledo y a quien le fue concedida la titularidad de esta finca por los excelsos servicios ofrecidos al rey durante la toma de Toledo.
Siendo Munio oriundo de Castilla la Vieja, decidió poner el mismo nombre de su tierra, Cervatos, al castillo y la dehesa que tan magnánimamente le había concedido el rey.
Hasta la desamortización eclesiástica, tanto las tierras como el castillo pertenecieron a las capellanías de San Blas y San Pedro, sitas ambas en la Catedral de Toledo. Para atalayar la campaña y preservar la tierra de las incursiones de los malhechores y aún de las demasías de los bandos, probablemente en el siglo XIV algún Arzobispo de Toledo mandó construir la torre. En el año 1.700, esta dehesa de Cervatos fue adquirida por el cardenal Portocarrero, quien la dejó en su memoria.
Aunque tanto desde el aspecto militar como desde el arquitectónico, tuvo y tiene muy escasa importancia, podemos decir que su construcción es de planta cuadrilonga, larga de treinta y dos pies y ancha de veinticinco. La fábrica es de sillería en las esquinas y de mampostería en el resto. Los doce merlones prismático-cuadrangulares que coronan la torre en su mayoría son de ladrillo y más modernos. La puerta de entrada estuvo en la fachada del noroeste. A conveniente altura de los cuatro muros hay dos modillones de piedra de doble can saledizo, que quizá nunca sustentaron matacanes de fábrica, estando acaso destinados a recibirlos de madera, según la costumbre antigua. Sobre los modillones se abren las correspondientes ventanas. En la parta baja de la fachada del s ureste, se pueden ver dos estrechas saeteras, una de ellas cegada. En el interior de las escaleras de comunicación de los distintos pisos y las bóvedas están destruidas, salvo la superior, que es apuntada y de ladrillo.